Sería ilusionante pensar que quizá alguno de nuestros descendientes pudiera disfrutar del resurgimiento de toda vida acuática desaparecida por extraños intereses económicos

Hay una frase que suele pronunciarse cuando lo que se pretende está muy lejos de lo que en realidad se puede alcanzar, sobre todo si se trata de grandes promesas sin concreción de plazos. Un ejemplo podría ser la equiparación de las pensiones de jubilación españolas con algunas de las percibidas por habitantes de la Comunidad Europea inicial. «Largo me lo fiáis» podría aplicarse como eslogan a pronunciar por el enorme grupo de jubilados españoles cuyas pensiones son insuficientes para tranquilizar el estado de sus cartillas de ahorro, incluso para satisfacer sus necesidades mas básicas.

«Largo¿», sería de aplicación en todos los aspectos que tengan relación con el ambiente, donde la anarquía capitalista impone sus criterios, no importando los medios si se consiguen los fines, aunque estos medios traigan como consecuencia la destrucción de muchos ecosistemas indispensables para la vida, y aunque se pierda la vida de muchas especies y de muchos individuos de la raza humana. Los congresos internacionales como el de Kyoto no hacen más que dar largas prometiendo hipócritamente lo que no tienen intención de cumplir. Sólo se tratará de reaccionar cuando los intereses y las propiedades y vidas de los dirigentes que componen estos congresos corran también el peligro de extinción a que someten a los demás seres del planeta, y como eso no es posible por la fuerza, ya que son precisamente ellos los que disponen de ese poder, tendrá que ser cuando las epidemias y los virus incontrolados (promovidos por ellos en el tercer mundo) lleguen a alcanzarles sin que les sirva para nada la coraza de su prepotencia económica y política, y sin que los medios científicos lleguen a tiempo para contrarrestar sus efectos. Para entonces el mundo será ya un basurero desértico donde los oasis de bienestar se verán reducidos y fortificados ante la avalancha de asaltantes que desesperadamente intentarán introducirse en ellos. Desgraciadamente los remedios siempre se suelen aplicar después de que los desastres o las enfermedades se hayan cobrado su factura. Mientras no afecte a los elegidos, no se pondrán los medios, y cuando esto les ocurra puede ser ya tarde para reaccionar.

«Largo¿» cuando me aseguráis que el sistema hidráulico nacional terminará siendo casi perfecto, incluyendo la recuperación total de los humedales interiores, siempre que los políticos estén de acuerdo en cuanto se refiere a esa perfección, proyectando embalses en los lugares adecuados y ordenando o autorizando trasvases con la equidad que solo concebimos en un Ser superior, o disponiendo otros medios que palíen o completen las necesidades locales, como grandes potabilizadoras de agua salada.

Suciedad y depuración

«Largo¿» cuando prometéis que en un corto plazo de tiempo las localidades aledañas a las riberas de nuestros ríos estarán debidamente dotadas de depuradoras efectivas, que devolverán a los cauces el agua que se les ha tomado prestada para ejercer de limpiadora de nuestras suciedades, debidamente regenerada, devolviéndole su transparencia y su oxigenación, impidiendo que la red fluvial de nuestra provincia esté tan contaminada como demuestra la visión de sus ríos, con los espumarajos amarillentos que se forman en los recodos de las zonas bajas y el nauseabundo olor que a veces se desprende de las mismas.

«Largo¿» si me ofertáis 3.000 kilómetros de ríos trucheros sin haberme informado primero de la población de truchas por metro o kilómetro que tiene que tener cada tramo para ser considerado truchero. Si se catalogan así sólo con albergar una trucha cada 500 metros, entonces tendremos más. Si, por el contrario, fueran una por metro (que también es poco), nos quedaríamos con menos de la décima parte de ríos trucheros.

«Largo¿» si queréis demostrarme que la utilización de la pesca eléctrica para la extracción de los lucios ha beneficiado a todas las demás especies que cohabitaban con él en las zonas bajas, y que parecen haber desaparecido de muchos lugares (blak-bass, tencas).

«Largo¿» si he de esperar a que todas las cuencas de nuestros ríos se hayan recuperado lo suficiente como para considerarlas regeneradas en todos sus aspectos, volviendo a ver y a sentir todas las emociones que produce el ser parte de un ecosistema donde el agua, las orillas, el sonido del viento, los árboles, los trinos, las piedras y tu mismo, caña en ristre, forman un conjunto ecológico perfecto, en espera de sentir la emoción que producen las picadas de algunas de las infinitas truchas que ves cebándose, saltando como si celebrasen haber regresado al mundo de sus antepasados. El resurgimiento de toda la vida acuática que se les había cercenado de raíz cuando se intentó controlar solamente el beneficio económico que podían producir, sin preocuparse demasiado de mantener impoluto su hábitat. Sería muy larga la espera para el tiempo de que dispongo, pero sería ilusionante pensar que quizá alguno de nuestros descendientes pudiera disfrutarlo. A veces pienso que esto sólo puede ser posible si declaramos y reconocemos a la trucha como el animal sagrado que debiera haber sido para todos los que nos hemos divertido, controlado o vivido de ella, respetándola como los indios lo hacen con la vaca. «Largo me lo fiáis» cuando me aseguráis que después de las vicisitudes por las que se atraviesa en este mundo, llegará un día en que todos nos encontraremos respondiendo ante Dios de nuestros actos, quien decidirá si nos conserva a su vera o nos envía a los abismos, para que acompañemos a Satanás en su tórrida morada. ¿Por qué se nos dice que estamos hechos a su imagen y semejanza? ¿O esto sólo es de aplicación a los que se quedan en su celestial morada y el resto son a imagen y semejanza del diablo? De cualquier forma, yo me apunto a quedarme en un lugar donde el agua y los ríos sólo estén controlados por Él, aunque me obligue a respetar la pureza de los mismos y a pescar truchas inmortales eternamente.

He escuchado en boca del señor Rodríguez Zapatero el deseo de emplear su ocio en ejercer el deporte de la pesca. Dese prisa, señor presidente, en controlar todos los sistemas que inciden sobre la limpieza de las aguas, repoblación adecuada, conservación y explotación de ese excepcional salmónido denominado trucha fario (¿Medio Ambiente, acaso, o CHD?), para que cuando disponga de tiempo para el ocio en los ríos de León no se encuentre con la dura realidad de un mayor deterioro de nuestras cuencas fluviales, aunque comprendo que será difícil que a usted le conduzcan ahora a tramos libres o a cotos abandonados, como los que no dudo que frecuentó en épocas anteriores.